Entre los indios del alto Orinoco, quien muere pierde su nombre. Ellos comen sus cenizas, mezcladas con sopa de plátano o vino de maíz, y después de esa ceremonia ya nadie nombra nunca más al muerto: el muerto que en otros cuerpos, con otros nombres, anda, desea y dice.
Espejos:Una historia casi universal
No hay comentarios:
Publicar un comentario